viernes, 23 de enero de 2015

Si... (Rudyard Kipling)


Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría...
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!".
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

domingo, 18 de enero de 2015

La derrota

"Love is all, it gives all, and it takes all." Kierkegaard

¿Qué hacer ante la inexorabilidad de la muerte? ¿Ante la imposición de un límite invisible que se vuelve visible? Sabemos que la vida es finita pero somos realmente conscientes de eso cuando vemos cerca el final. Sabemos que disponemos de tiempo y dejamos que el tiempo pase y la vida pase y las personas pasen, preguntándonos siempre qué es lo que sigue.

Recuerdo a mi papá tropezándose y cayéndose cada vez con más frecuencia mientras un tumor le crecía en la cabeza. Recuerdo que le daba rabia y yo me moría del susto de ver a la persona más fuerte que conocía, la persona que me protegía, con la vulnerabilidad de un niño que está aprendiendo a caminar. Desde que empecé a comprender la complejidad de la vida me pregunto qué pensaba mi papá en esos momentos, mientras se quedaba paulatinamente encerrado en su propio cuerpo. Yo le hablaba, el me oía y no podía responder... cuánto quisiera ahora saber a qué se aferraba, saber desde su perspectiva de mortalidad inminente qué es lo más importante de la vida.

La impotencia de no entender, de enfrentarse a una derrota de grandes magnitudes, nos acerca a la belleza de la vida. Y cuando pienso en muerte no puedo evitar pensar en amor, ese sentimiento que nos vuelve a la vez fuertes y frágiles.  

Mi creencia romántica es que cuando el tiempo se acorta en longitud, en un falso intento de alargarlo se densifica con amor, Viviéndolo o recordándolo. Asiéndose a lo que uno quiere. Hitchens en su libro Mortalidad -dónde explica cómo se siente morirse- habla con nostalgia sobre las largas noches de comida y conversaciones con su esposa y sus amigos; empieza a extrañar en vida. 

El amor verdadero tiene un halo de temor a la muerte, a dejar de ser como la extensión de otra persona, miedo a vivir en función de una ausencia.

La muerte nos acerca al amor y el amor a la muerte. Por eso me gusta creer que el último pensamiento de mi papá fue el recuerdo de algún día en un parque con mi mamá, mi hermana y yo. Y que alguna conversación al lado de una chimenea podría ser el mío.