martes, 30 de diciembre de 2014

Carta de una desconocida


Me encanta leer cartas de amor. Admiro la habilidad de los que saben poner el amor en palabras y me emociona entenderlos. Fantaseo con apropiarme de esos sentimientos.

Una carta de amor es como una fotografía, es un pedazo de tiempo. No es eterna pues está cargada de sentimientos que con el tiempo desaparecen; las palabras siguen ahí pero se tornan lejanas y vacías. Uno es tantas personas en una misma vida.

Cómo no explicar ese deseo inmenso de dar que es el amor y esa sensación de desamparo cuando no es correspondido. Sentimientos que son como una fiebre: intensos, incomparables e intransferibles.

Acabo de leer un libro que es una carta de amor de 65 páginas... de amor puro y duro, sin exigencias, sin demandas, sin egoísmo y lleno de nostalgia. Un libro que parece hecho exclusivamente para enamorados pues creo que es la única forma de entender a la "desconocida" sin reprocharla.


Así como escribir de amor estando enamorado es revelador (y a veces engañoso), leer de amor estando enamorado es reconfortante, pues mientras uno está enamorado tiene la membresía de un club en el que la realidad se ve y se entiende diferente, en el que la vida es comprensible, en el que el engranaje de la cotidianidad encaja. 

Mi consejo para 2015: si tienen la fortuna de estar enamorados escriban cartas de amor.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Test de Oxford y Revista Tú

Los estudiosos de Oxford se inventaron un test para saber qué tan felices somos. El resultado es un puntaje entre 1 y 6 donde 1 es no estar feliz y 6 es estar demasiado feliz; sí, demasiado, es decir, más de lo ideal, en un punto que se vuelve perjudicial para la salud, el trabajo, las relaciones y la vida en general.

Pero ¿es posible estar excesivamente feliz? Si claro, basta con decirse algunas mentiras e ignorar una gran parte de la realidad. Y lastimosamente parece que actualmente estamos "obligados" a asumir un estilo de vida que más se asemeja a una competencia de quién es (o parece) más feliz. La felicidad ha dejado de ser un estado personal para convertirse en un trofeo para mostrar a los demás.

Estamos olvidando la importancia de los sentimientos negativos para la vida y para formar la personalidad y el carácter. Hasta Roberto Gómez Bolaños -el hombre más feliz y querido por todos- dijo en una entrevista en 2006 que la depresión es necesaria, que es un proceso natural que se debe vivir para dar paso a lo nuevo, para adaptarse.

No es cuestión de echarle la culpa a Disney, Facebook o a la revista Tú por reforzar esos ideales de felicidad, sino de entender que el rompecabezas no hace clic, y que eso no importa tanto.

Clarice Lispector dice que la vida de los sentimientos es burguesa porque hasta en eso se debe tener sentido común y noción de la medida, específicamente sobre el amor dice que cuando es demasiado grande se vuelve difícil de administrar e inútil porque la persona amada no está en capacidad de recibir tanto.

De Oxford y Lispector esta semana aprendí que no es sensato estar empeñado en demostrarse a si mismo y a los demás que vivimos sumergidos en mares de felicidad y que, a pesar de lo que nos enseñó El amor en los tiempos del cólera, amar con tanta intensidad no es inteligente; es como jugar poker con las cartas abiertas.

Nota: Aquí está el test: http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2014/nov/03/take-the-oxford-happiness-questionnaire

jueves, 16 de octubre de 2014

Enanismo insular


La naturaleza es tan magnífica e incomprensible que existen fenómenos como el enanismo insular, que consiste en que los animales que viven en espacios con recursos limitados, como las islas, reducen su tamaño tras generaciones como mecanismo de supervivencia. Ese es el caso, por ejemplo, de los animales de la isla de Borneo, un lugar con vegetación frondosa y exuberante pero pobre en minerales por condiciones históricas de los suelos. Allí, los elefantes, osos y rinocerontes son pigmeos

La semana pasada, mientras aprendía sobre la evolución y la isla de Borneo mediante un proceso de rigurosa observación (de Discovery Channel), no pude evitar pensar que a los humanos nos sucede una especie de "enanismo aspiracional" a lo largo de nuestra vida, que está dado por los límites de nuestras capacidades y de nuestras actitudes. Yo, por ejemplo, quería ser presidenta de la República cuando tenía como 14 años, pero los años poco a poco me fueron mostrando que no tenía el perfil, ni la convicción, ni mucho menos la energía para llegar hasta allá.

Es muy fácil darse cuenta de eso comparando lo que queríamos a los 15, a los 20, a los 25 -y así de cinco en cinco, o de diez en diez si le queda más fácil- con respecto a todo: la amistad, el amor, el trabajo, el ocio, la plata, la búsqueda de la felicidad. Hemos sido personas diferentes dentro del mismo molde; un molde que la vida empieza a recortar, unas veces con tijera de punta roma y otras con martillo.

¿Vale la pena ceder ante el enanismo aspiracional? Aquí las opiniones se dividen entre las personas que piensan que la felicidad consiste en disminuir las expectativas y las personas que miden su éxito a través de objetivos logrados. Los del primer grupo ganan tranquilidad pero pierden apasionamiento. Para los del segundo grupo, los logros entusiasman más pero, de la misma forma, las derrotas abaten el doble.

Respuesta: En este caso creo que la aborrecida tibieza puede ser una buena opción. No ver el vaso medio vacío ni medio lleno, sino verlo como está, lleno hasta la mitad. Y de pronto ponerle hielito, agua tónica y unas rodajas de limón.

*Nota: la palabra "aspiracional" no existe


martes, 23 de septiembre de 2014

Sobre la gloria

Dice Javier Bilbao en un artículo acerca de Blade Runner:

"En la Antigua Roma existía la costumbre durante los desfiles que celebraban alguna victoria militar de poner a un esclavo junto al general susurrándole «memento mori»: recuerda que morirás. Era una manera de evitar que en ese momento de gloria se viniese arriba, pues la conciencia de la muerte nos vuelve frágiles. Y de esa fragilidad surge precisamente la empatía"

No ser interesante

Parece que hoy todos estamos obsesionados con ser personas interesantes, o por lo menos preocupados con la idea de que nos cataloguen como alguien "normal", "ahí", "estándar".

Cada vez es más fácil estar en un grupo de personas en el que uno no tenga cosas "importantes" que aportar, historias que contar, viajes que relatar, libros o películas que criticar, un hobby del cual alardear... pero la cosa se pone aterradora cuando uno piensa en las historias que dentro de 50 años van a contar los nietos acerca de las hazañas de sus abuelos: -"Mi abuelo corregía a las personas cuando decían propaganda refiriéndose a un comercial" -"Mi abuela a veces se iba al trabajo en bus y a veces taxi" -"Mi abuela compraba los electrodomésticos con Groupones"

¿Que hacer cuando uno no es tan valiente para irse de voluntario a África, ni tan inteligente para entender Rayuela, o tan sensible para apreciar el jazz? ¿Cómo se gana la estima, respeto y admiración de las personas? A mi parecer, ni leer 40 libros al año y hacer yoga cinco veces a la semana lo acercará más a ser respetado y querido como el simple hecho de ser amable con los demás. Amable sin pretensiones y sin adulaciones, amable de verdad.

¿Y qué pasa cuando uno no brilla por interesante ni por querido? Pues queda la opción de estar simplemente predispuesto a hacer el bien o por lo menos a evitar hacerle daño a los demás; tener un pequeño brillo que alumbre débil pero constantemente. Ese brillo que es imperceptible para la mayoría de las personas pero que si se acercan lo suficiente pueden sentir que está cargado de un afecto reservado y cauteloso.

Nota:

En las conversaciones con personas interesantes yo, por ejemplo, opto por quedarme callada, no hacer contacto visual y pensar en cosas de la vida... y esperar que nadie me pregunte acerca de la independencia de Escocia porque lo único que sé de esa historia fue lo que vi en Corazón Valiente.

lunes, 22 de septiembre de 2014

El Profeta (2)

Jalil Gibrán sobre juzgar a las personas (y a nosotros mismos):

"Evaluaros a través de vuestras pequeñísimas realizaciones, es pretender calcular el poder del océano por la inconsistencia de su espuma.
Juzgaros por vuestras pequeñas faltas, es condenar las estaciones por su inestabilidad.
Sí, sois como el océano.
Y así, aunque seáis como grandes naves cargadas que aguardan en vuestras orillas la marea, como el océano, también, está fuera de vuestro alcance apresurar la marea.
Como estaciones sois, también.
Y aunque en vuestro invierno desconozcáis vuestra primavera, la primavera reposa en vosotros, sonríe, sin embargo, en su somnolencia sin sentirse ofendida"

martes, 16 de septiembre de 2014

Óptimo de Pareto

"Todo en exceso es malo" nos dicen desde que estamos pequeños y con mayor insistencia cuando entramos a la adolescencia; esa etapa en la que, a excepción de estudiar y ayudar con los oficios de la casa, uno hace las cosas con pasión y sin medida. 

Esa idea de mantener la balanza equilibrada está primero asociada con la protección y la seguridad, después con la salud y la supervivencia y finalmente, y creo que es su concepción más valiosa, con el impacto de nuestras acciones. Y esto no lo digo al estilo OSHO, sino más bien de una forma "romántica-económica", pues en la teoría de la economía del bienestar existe un punto máximo llamado Óptimo de Pareto donde todos los agentes están "bien", pero si uno quiere estar mejor sólo lo puede conseguir a costa de que otro empeore.

Saber que cualquier cosa que uno haga tiene un efecto en la vida de otras personas puede ser suficiente estímulo para tratar de no sobrepasar los límites de su felicidad. Estar tranquilo y satisfecho dentro de la frontera de los Óptimos de Pareto donde el bienestar de uno se cruza con el de cada persona -conocida o desconocida- para no perturbarlos mucho. Y si algún día uno da rienda suelta a sus pasiones y se deja tentar por un poquito más de esa embriaguez que es la felicidad, sólo queda esperar con resignación que en el equilibrio que uno alteró nadie pierda algo muy significativo, y desearle a los que perdieron que en la trama de la vida encuentren su felicidad a costa de la desgracia de otro, que ojalá no sea uno.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Carrie Bradshaw


No sé si para todas las mujeres que han visto Sex and the City Carrie representa lo mismo que para mí: una especie de superheroína de la inteligencia emocional. En cada capítulo se enfrenta a relaciones diferentes, cada una con sus problemas particulares -algunas duran más de un capítulo- y ella siempre parece tener el control de todo. 

Entonces ella escribe sus reflexiones y uno se cuestiona y uno quiere ser así y cometer los mismos errores -y comprar zapatos y ropa en esas proporciones-. Pero finalmente Carrie es igual a todas nosotras, la diferencia es que su vida la muestran resumida en los mejores 20 minutos diarios mientras que los capítulos en los que uno es protagonista son de 24 horas.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El profeta

Jalil Gibrán escribe sobre el amor:

"Cuando el amor os llame, seguidlo, aunque sus caminos sean duros y empinados.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos a él. 
Aunque la espada que se oculte entre sus plumas os hiera.
Y cuando os hable, creedle.
Aunque su voz devaste vuestros sueños, así como arrasa los jardines el viento del norte.
Porque así como el amor os corona, os crucificará.
Así como impulsa vuestro crecimiento, también os podará.
Así como asciende hasta vuestras alturas y acaricia vuestras más tiernas ramas que se agitan ante la faz del sol.
Descenderá hasta vuestras raíces enclavadas en la tierra, y las sacudirá en el silencio de la noche."

"Mas, si en vuestro temor buscáis solamente la paz y el placer que le amor puede ofrecer.
Entonces os valdría mejor cubrir vuestra desnudez y abandonar su era, y seguir a un mundo sin estaciones donde podréis reír, mas no con toda vuestra risa, y llorar mas no con todas vuestras lágrimas."

Pequeños actos

Salir de la oficina, caminar hasta la casa con la cabeza abajo y ser consciente de cada paso. Arrastrar los pies y caminar pausadamente, como queriendo dilatar la llegada a cualquier destino. Seguir con la cabeza agachada, mirarse los zapatos, ver que están sucios y ponerse nostálgico.
Acostarse, sentir los músculos de la espalda estirarse y acomodarse en posición horizontal, sentirse aliviado y agradecido con la vida de poder estar en pijama viendo televisión. Pensar en el viejito que vende cauchos para pitadora en la puerta del supermercado y volverse a poner nostálgico. Querer cambiar el mundo, pero dejarlo para el otro día porque los ojos ya están muy cansados.
Estar en una discoteca bailando con la cabeza abajo y que un borracho que acabas de conocer, en un acto de ternura irreflexivo, con la mano te empuje suavemente la cara hacia arriba, te diga "ten siempre la frente en alto", de media vuelta y no lo vuelvas a ver en tu vida. Pensar en eso un día cualquiera y sonreír.