martes, 23 de septiembre de 2014

No ser interesante

Parece que hoy todos estamos obsesionados con ser personas interesantes, o por lo menos preocupados con la idea de que nos cataloguen como alguien "normal", "ahí", "estándar".

Cada vez es más fácil estar en un grupo de personas en el que uno no tenga cosas "importantes" que aportar, historias que contar, viajes que relatar, libros o películas que criticar, un hobby del cual alardear... pero la cosa se pone aterradora cuando uno piensa en las historias que dentro de 50 años van a contar los nietos acerca de las hazañas de sus abuelos: -"Mi abuelo corregía a las personas cuando decían propaganda refiriéndose a un comercial" -"Mi abuela a veces se iba al trabajo en bus y a veces taxi" -"Mi abuela compraba los electrodomésticos con Groupones"

¿Que hacer cuando uno no es tan valiente para irse de voluntario a África, ni tan inteligente para entender Rayuela, o tan sensible para apreciar el jazz? ¿Cómo se gana la estima, respeto y admiración de las personas? A mi parecer, ni leer 40 libros al año y hacer yoga cinco veces a la semana lo acercará más a ser respetado y querido como el simple hecho de ser amable con los demás. Amable sin pretensiones y sin adulaciones, amable de verdad.

¿Y qué pasa cuando uno no brilla por interesante ni por querido? Pues queda la opción de estar simplemente predispuesto a hacer el bien o por lo menos a evitar hacerle daño a los demás; tener un pequeño brillo que alumbre débil pero constantemente. Ese brillo que es imperceptible para la mayoría de las personas pero que si se acercan lo suficiente pueden sentir que está cargado de un afecto reservado y cauteloso.

Nota:

En las conversaciones con personas interesantes yo, por ejemplo, opto por quedarme callada, no hacer contacto visual y pensar en cosas de la vida... y esperar que nadie me pregunte acerca de la independencia de Escocia porque lo único que sé de esa historia fue lo que vi en Corazón Valiente.

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