domingo, 18 de enero de 2015

La derrota

"Love is all, it gives all, and it takes all." Kierkegaard

¿Qué hacer ante la inexorabilidad de la muerte? ¿Ante la imposición de un límite invisible que se vuelve visible? Sabemos que la vida es finita pero somos realmente conscientes de eso cuando vemos cerca el final. Sabemos que disponemos de tiempo y dejamos que el tiempo pase y la vida pase y las personas pasen, preguntándonos siempre qué es lo que sigue.

Recuerdo a mi papá tropezándose y cayéndose cada vez con más frecuencia mientras un tumor le crecía en la cabeza. Recuerdo que le daba rabia y yo me moría del susto de ver a la persona más fuerte que conocía, la persona que me protegía, con la vulnerabilidad de un niño que está aprendiendo a caminar. Desde que empecé a comprender la complejidad de la vida me pregunto qué pensaba mi papá en esos momentos, mientras se quedaba paulatinamente encerrado en su propio cuerpo. Yo le hablaba, el me oía y no podía responder... cuánto quisiera ahora saber a qué se aferraba, saber desde su perspectiva de mortalidad inminente qué es lo más importante de la vida.

La impotencia de no entender, de enfrentarse a una derrota de grandes magnitudes, nos acerca a la belleza de la vida. Y cuando pienso en muerte no puedo evitar pensar en amor, ese sentimiento que nos vuelve a la vez fuertes y frágiles.  

Mi creencia romántica es que cuando el tiempo se acorta en longitud, en un falso intento de alargarlo se densifica con amor, Viviéndolo o recordándolo. Asiéndose a lo que uno quiere. Hitchens en su libro Mortalidad -dónde explica cómo se siente morirse- habla con nostalgia sobre las largas noches de comida y conversaciones con su esposa y sus amigos; empieza a extrañar en vida. 

El amor verdadero tiene un halo de temor a la muerte, a dejar de ser como la extensión de otra persona, miedo a vivir en función de una ausencia.

La muerte nos acerca al amor y el amor a la muerte. Por eso me gusta creer que el último pensamiento de mi papá fue el recuerdo de algún día en un parque con mi mamá, mi hermana y yo. Y que alguna conversación al lado de una chimenea podría ser el mío.




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