viernes, 13 de febrero de 2015

De emociones y otras cosas complicadas

Recuerdo un libro que me gustaba mucho cuando era pequeña, de una colección que se llama Mr. Men. Son unos personajes de colores que sólo tienen una caracterísitica, sólo les cabe una. Yo tenía el libro de Mr. Greedy, en su acepción de "glotón" (¿Alguna lección me quería enseñar la tía que me lo regaló? Apenas ahora lo pienso), y en la parte de atrás salían dibujados todos los Mr. Men: Mr. Messy, Mr. Silly, Mr. Impossible, Mr. Mischief, Mr. Happy, Mr. Daydream, y así otros tantos. 

Me encantaban. Aunque sólo tenía el libro de Mr. Greedy, los aprendí a dibujar todos y jugaba con ellos inventando diálogos en mi cabeza. Eran simples, básicos, llamativos y fáciles de entender. Claro, estaban definidos en su totalidad por una sola emoción, una sola propiedad. Era sencillo suponer cómo reaccionaban ante cualquier situación imaginaria porque no podían evitar su naturaleza.

Si algo puedo decir con certeza acerca de las emociones humanas es que son inconsistentes y eso nos vuelve una especie de criaturas eternamente vulnerables y confundidas. No sé de qué forma se simplificaría la vida de los seres humanos si fuéramos como Mr. Men: categóricos, estables, coherentes, inmunes a los cambios drásticos de percepciones y emociones; capaces de decidir siempres y nuncas.

No confío en las personas que pretenden tener control sobre la eternidad. Me parece un objetivo admirable pero antinatural pues, de alguna manera, esa volatilidad con la que convivimos nos hace más humanos, más sensibles, menos "insoportablemente leves"

Recuerdo domingos felices tomando vino al lado de la chimenea, en los que no podía evitar sentirme triste cuando oía el preludio en Mi menor de Chopin, o el himno nacional a las 6 pm. Recuerdo tardes de sábado lluviosas inundadas de gloria y otras cargadas con el peso de la derrota, pero que en la práctica son exactamente lo mismo: una tarde de sábado lluviosa.  Es difícil luchar contra el ejército de fantasmas que nos sobrevuela.

Hay algo de redención en una vida de alegrías y tristezas intensas, nos permite no perder el asombro y la perplejidad, poner atención a lo pequeño, a lo casi invisible... ¿De que vale una vida determinada y categórica pero plagada de frivolidad?

3 comentarios:

  1. Lo que escribiste me gustó mucho y me hizo acordar de esto «¿Quién vive más? ¿Aquél que usa heroína por dos años y muere, o quien vive con rosbef, agua y papas hasta los noventa y cinco? El primero pasa sus veinticuatro meses en la Eternidad. Todos los años del come-rosbef sólo los vive en el tiempo.»

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  2. Eso de las tardes lluviosas me parece muy raro. Para cuántas personas será la tarde más feliz de su vida mientras otro llora a su hijo?

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  3. Asi es, mucha gente necesitando consuelo, unos con tristezas mucho más grandes que la de uno, y eso lo hace a uno sentir sin perspectiva de la vida. Lo dice Frankl en El hombre en busca de sentido: la única libertad que no le pueden quitar a un hombre que ha perdido todo es la posibilidad de decidir cómo sentirse y reaccionar ante las cosas que le pasan y que están fuera de su control (esa es mas o menos la idea, pues)

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